En su juventud se trasladó a París, donde conoció el neoimpresionismo, y entró en contacto con Pablo Picasso, Manolo Hugué y el fotógrafo Nadar.
Volvió a Cataluña, después realizó un viaje a Italia, y por último, se estableció en Sitges, su pueblo natal.
Pintó numerosos paisajes, en los cuales se advierte la preocupación por captar la luz mediterránea por medio del empleo de colores muy claros.
Escritores como Joan Maragall, Eugenio d'Ors y Joan Salvat-Papasseit establecieron amistad con el pintor, a quien consideraban un fiel captador de la esencia catalana en sus retratos y paisajes mediterráneos.
Salvat-Papasseit le dedicó su obra L'irradiador del Port i les gavines, y Sunyer pintó un retrato de su hija Salomé.