Al más puro estilo de Auschwitz, los prisioneros recién llegados eran formados en columnas y debían pasar la selección de la muerte: a un lado los válidos para trabajar como esclavos y al otro los no aptos, que eran deportados inmediatamente a Belzec (Polonia) o llevados a la zona norte del campo llamada Piaski, unos terrenos escarpados donde eran asesinados.
Los trenes llenos de judíos polacos llegaban sin cesar; el exterminio decretado por el gobierno nazi encontró en Janowska su más fiel representación.
Su esposa también se aficionó y en numerosas ocasiones asesinó a judíos indefensos.
Por supuesto su hija de 9 años, feliz por este "juego" quería hacer lo mismo y soldados S.S., para complacerla, le ponían niños judíos de 4 años aproximadamente para que la niña los matara mientras exclamaba "otra vez, otra vez, papá".
Warzok, un S.S., tenía la costumbre de colgar a los prisioneros por los pies y dejarlos así hasta que morían.
Otros S.S., como Rokita, se entretenían abriendo con afilados cuchillos los estómagos de los prisioneros vivos.
Conocedores del destino que les espera, intentan una fuga masiva, pero la mayoría son alcanzados y asesinados directamente.
Solo unos pocos consiguieron la libertad y fueron testigos posteriores de lo que ocurrió allí, en Janowska.