Sirvió en la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Posteriormente torpedeó y hundió junto a otros destructores al portaaviones Akagi, previamente abandonado por su tripulación tras ser dañado más allá de cualquier reparación, con lo que se evitó su captura por los estadounidenses.
Una bomba lanzada desde un bombardero pesado B-17 le alcanzó en la torreta de popa, destruyéndola e inundando su santabárbara.
También resultaron dañados el timón y los ejes de las hélices, quedando reducida su velocidad a tan sólo seis nudos.
Hubo 33 muertos y 13 heridos a bordo como resultado de este ataque.