Los daños causados por el molusco ya eran conocidos por los egipcios, griegos, romanos, vikingos y chinos.
Se conocen varios intentos para detener el flagelo: preventivamente se colocaba una capa de madera destinada a ser consumida para proteger a la propia del barco.
Los romanos lo intentaron primero con placas de metal, pero después comprobaron que el efecto venenoso de pinturas que contenían cobre o estaño lograba el mismo efecto.
Tanto las naves españolas de Cristóbal Colón como las de la gran armada en 1588 sufrieron sus efectos, así como también los diques holandeses rotos en 1731.
[1] En 1761 se aplicaron a la HMS Alarm, antes de su viaje a América, placas de cobre que cubrían la parte sumergida del casco con el fin de experimentar una solución al ya conocido problema.