Cuentan los pobladores más antiguos y que trabajaron en la fábrica que allí se hacían y teñían las telas que después se exportaban a España.
La mayor parte de la gente del barrio trabajaba en el lugar, hasta que al general Lázaro Cárdenas del Río desterró a los peninsulares a su país de origen.
Deficiencias administrativas y financieras, además de falta de refacciones y materias primas, llevaron a la quiebra de la fábrica y por tanto al cierre definitivo.
Aún quedan ruinas monumentales: el chacuaco o chimenea preciosa símbolo del pueblo y el espectacular letrero que daba nombre a la factoría, El Progreso del Ticuí.
Este pueblo fue uno de los primeros en tener energía eléctrica en todo el estado de Guerrero, gracias a la fábrica, que tenía su propio generador eléctrico movido por turbina hidráulica.