Sus troncos son bastante tortuosos, con numerosas ramificaciones gruesas y finas, muy espinosas que suelen formar entramados impenetrables.
Esta se comporta como especie altamente invasora en lugares abiertos y soleados en Cuba.
Su introducción en Cuba ocurrió a mediados del siglo XIX, no se sabe exactamente cómo.
Su expansiva distribución se debe a que el ganado consume sus legumbres y disemina sus semillas con las deyecciones.
Su corte o quema contribuye a aumentar el número de retoños radicales.
En la Florida (Estados Unidos), D. cinerea está naturalizada, pero no es considerada como especie invasora (Wunderlin 1998).
El control por corte requiere trabajo intensivo y continuo que solo es posible para pequeñas áreas.
No tolera el encharcamiento permanente del suelo, por lo que la inundación es un método de control en terrenos llanos.
No prolifera con sombra por lo que el desarrollo forestal con otras especies altas y frondosas que la cubran, o el desarrollo de cultivos densos controlan el marabú, pero sus raíces proliferan en los márgenes de esas áreas.
La erradicación del marabú resulta tan trabajosa y costosa que muy a menudo las tierras invadidas son abandonadas por los productores.
Aunque D. cinerea está ampliamente distribuida en los trópicos del Viejo Mundo, nunca es dominante y raramente se desarrolla en matorrales puros.
Un espectro de enemigos naturales se ha detectado, incluidos insectos y enfermedades micóticas.
En la India y Sri Lanka se ha detectado el hongo mohoso Uredo deformis (Tyagi & Prasad) Bagyanarayana & Ravinder (“witches' broom rust”) que ataca las yemas, produciendo tejidos deformes que dan lugar a asombrosas “escobas de brujas”.
Estos enemigos naturales y otros a descubrir podrían ser potencialmente útiles como agentes de control biológico.
A pesar de su enorme impacto ambiental negativo en Cuba, el marabú resulta allí útil en algunos aspectos.