Cuaderno de historietas
[2] Su ritmo de producción era frenético, dado que los editores exigían semanalmente un mínimo de 10 páginas más portada por serie a cada autor, habiendo algunos, como Manuel Gago, que llegaba a producir hasta cinco series simultáneamente.[3] Su éxito durante la posguerra española se atribuye a las necesidades de evasión del público, concretadas en aventuras exóticas.[7] No será hasta los años cuarenta del pasado siglo cuando el formato se implante, tanto en Italia como en España.[9] Otras muchas editoriales más pequeñas se sumaron a esta moda, destacando Rialto y Grafidea.[18] Solo algunos cuadernos, como Roberto Alcázar y Pedrín permanecen, mientras se impone la novela gráfica.