Una concusión severa usualmente es seguida de una convulsión breve, o bien, manifestaciones autonómicas como palidez facial, bradicardia, debilidad, hipotensión, disminución del reflejo pupilar o manifestaciones neurológicas focales.
Se cree que la pérdida del conocimiento en una concusión es producto de una disfunción electrofisiológica de la formación reticular ascendente (ubicada en el mesencéfalo) causada por la rotación de los hemisferios cerebrales en relación con el tallo cerebral que no puede moverse con tanta libertad.
Después de una concusión no se observan cambios en la anatomía (tanto macroscópica o microscópica) del encéfalo; no obstante, son evidentes modificaciones del medio, como la depleción de ATP mitocondrial y rotura de la barrera hematoencefálica.
La concusión se acompaña de un periodo de amnesia retrógrada que desaparece con rapidez y es proporcional a la gravedad.
Puede que al recuperar la memoria existan lagunas mentales.