Las piedras de rayo, también conocidas popularmente como ceraunias —denominación latina— son los nombres que recibían ciertas piedras con forma puntiaguda e interpretados por diversas culturas como objetos de origen celeste o divino, y con propiedades curativas y supersticiosas.
En Italia las llamaban sagitta, debido a su forma de flecha, y en la antigua Roma ceraunia.
En la mayoría de los casos, como podemos deducir por los nombres que le daban las diversas culturas presentadas, pensaban que estos objetos eran producidos por los rayos al caer a la tierra, o formadas en las nubes y traídas a la tierra en el descenso del mismo, o sencillamente producciones divinas.
Algunas religiones animistas pensaban que estos objetos eran espíritus o genios con poderes relacionados con fenómenos atmosféricos y naturales (litolatría).
En 1723, el naturalista francés Antoine de Jussieu, en las memorias a la Académie Royale des Sciences de Paris, también afirma que las ceraunias son herramientas humanas, comparándolas con las herramientas encontradas por pueblos del Caribe o Canadá.