Es la cárcel más poblada del país y se constituye en un ícono de la cultura policíaca peruana.
Su construcción se aprobó en 1962, durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaúnde Terry.
[1] Con su construcción, se intentaba reemplazar a la Penitenciaría de Lima, que había sido dejado de ser usada como prisión en 1961 y sería demolida en los años siguientes.
Sin embargo, a partir de los años noventa, fueron totalmente urbanizados.
En 2019, alojaba a más de diez mil reclusos, convirtiéndola en una prisión totalmente hacinada.