Tanto la Tierra como la Luna y cualquier otro cuerpo celeste del Sistema Solar han sido impactados por meteoros desde su formación y precisamente por ello se conformaron como lo que hoy vemos.
Pero la Luna no posee ninguna atmósfera al contrario que la Tierra, con lo que no tiene esa protección frente a impactos menores que puedan ser quemados durante su descenso a la superficie.
Varias hipótesis aclaran que el satélite se formó hace 4500 millones de años a partir del impacto de un cuerpo —que se ha convenido en llamar Theia— del tamaño de Marte contra la Tierra.
[1] Aunque la mayoría de los cráteres que salpican la superficie lunar se formaron hace varios millones de años, las rocas espaciales y los meteoritos siguen impactando en el suelo lunar dejando nuevas marcas.
[3] En la Luna, sin atmósfera, los asteroides sencillamente impactan sobre su superficie creando un nuevo cráter.