Aída trabajó como alambrista del mismo, caminando con su paraguas en la cuerda floja a la edad de 15 años.
Después siguieron el policial negro Camino al infierno (1945) y Ensayo final (1955); el biográfico con Almafuerte(1949), basada en la vida del poeta Pedro Bonifacio Palacios conocido con dicho seudónimo; los musicales Un tropezón cualquiera da en la vida (1949) y los protagonizados por Tita Merello en 1950 que fueron Filomena Marturano, Arrabalera y Guacho (1954); el género grotesco que fue popularizado en la radio por los capocómicos utilizando el estilo caricaturesco que luego lo llevaron al cine donde fue partenaire de Nini Marshall en La Navidad de los pobres (1947); Pepe Iglesias en la trilogía de "El Zorro" -El zorro pierde el pelo (1950), Como yo no hay dos y Los sobrinos del zorro, ambas de 1952-;, Juan Carlos Altavista en Pocholo, Pichuca y yo y Enrique Santos Discépolo en El hincha, dos clásicos de 1951, año que ingresó en el género bizarro con las películas El extraño caso del hombre y la bestia, El vampiro negro (1953) y Los lobos del palmar (1955).
Pero el género donde realmente destacó fue el picaresco desde el período (1954-1968), cuando empezaba a surgir a través de los grandes capocómicos del teatro de revistas, principalmente la dupla Alfredo Barbieri y Amelita Vargas en Romeo y Julita (1954), los Cinco Grandes del Buen Humor en Los peores del barrio (1955), Luis Sandrini en dos ocasiones -Chafalonías (1960) y Placeres conyugales (1963)-, Jorge Porcel en El gordo Villanueva (1964) y, la última, Operación San Antonio (1968).
Se casó con el empresario artístico Raúl Villadeamigo", entonces presidente de Argentores.
Juntos tuvieron a su único hijo varón Daniel Villadeamigo, un profesor de Solfeo y pianista.