Mientras llena estos cuadernos, los va desperdigando por su habitación, con la esperanza de ordenarlos algún día y así crear su ambiciosa obra maestra.
Más allá de las meras e hilarantes anécdotas que el protagonista va generando, la novela trasciende hasta convertirse, en su trasfondo, en un despiadado retrato del género humano y sus miserias, dotado de un realismo extremo.
Al parecer, envió el original de la novela a varias editoriales; todas la rechazaron.
Pero, tras mucho insistir, aceptó hacerlo y quedó maravillado: no le parecía posible que la novela fuera tan buena.
La novela recibió el premio Pulitzer, y fue un éxito editorial, apareció en las listas de libros más vendidos en muchos países.
Por todo ello, no es difícil pensar que Ignatius J. Reilly era una caricatura del propio autor.
En varias ocasiones se ha tratado de llevar a la gran pantalla, pero por diferentes motivos esas intenciones han fracasado.
[2] El dramaturgo español Fernando Arrabal homenajeó a la novela en su obra "Tormentos y delicias de la carne".