La concepción de un "nuevo orden mundial" ( en persa : نظم بدیع جهانی ) que se encuentra en las enseñanzas bahá'ís se refiere al surgimiento gradual de normas políticas integradoras que las naciones y los pueblos de la tierra adoptarán libremente, conduciendo a un nuevo sistema de gobierno mundial que incorpora ideales de unidad, justicia, prosperidad y progreso continuo para todas las naciones, razas, credos y clases. [1] Estas nuevas formas institucionales de gobierno, que se prevé que surjan en respuesta a desafíos globales sin precedentes, defenderían la dignidad y el bienestar de todos, donde "cada miembro de la raza humana nace en el mundo como un encargo del conjunto". [2] La idea de la solidaridad y la unificación globales, que implica la transformación política, moral y espiritual del comportamiento individual y colectivo, y que conduce a una civilización global floreciente, está en el corazón de la visión, la creencia y la acción bahá'ís. [3]
Fundador de la Fe Bahá'í Bahá'u'lláh enseñó que a lo largo de la historia la humanidad ha experimentado períodos de progreso y retroceso a medida que avanza a través de etapas de evolución social hacia su madurez colectiva destinada: la realización de una política global justa y pacífica que manifieste la realidad de la unidad de la familia humana y la dignidad espiritual inherente de todos los miembros de esa familia. [4] En la segunda mitad del siglo XIX, Bahá'u'lláh exhortó a los gobernantes del mundo a reconciliar sus diferencias y a "sentar las bases de la Gran Paz del mundo", afirmando que "la tierra es sólo un país, y la humanidad sus ciudadanos". [5] Al hacerlo, esbozó una serie de pasos que conducirían a la estabilidad permanente en las relaciones internacionales. [6] La base de su visión era un conjunto de nuevas estructuras sociales basadas en la participación y la consulta entre los pueblos del mundo. Estos nuevos mecanismos institucionales eliminarían los conflictos de intereses y, por lo tanto, reducirían el potencial de desunión en todos los niveles de la sociedad. Se previó la creación de varias instituciones internacionales: una legislatura mundial con representación y autoridad genuinas, un tribunal internacional con jurisdicción final en todas las disputas entre las naciones y un ejecutivo internacional con poder para ejecutar las decisiones de estos cuerpos legislativos y judiciales. Estas instituciones tendrían los medios para asegurar y mantener un desarme general mediante la aplicación de principios de seguridad colectiva. No usurparían ni suprimirían la autonomía básica de las naciones, salvaguardarían la libertad personal y la iniciativa de los individuos y protegerían las tradiciones culturales largamente apreciadas de los pueblos del mundo. El sistema de gobierno esbozado por Bahá'u'lláh hace hincapié en la importancia de la toma de decisiones desde la base, que es democrática en espíritu y método, pero que también proporciona un nivel de coordinación y autoridad que hace posible la cooperación a escala mundial. Pero la realización de esta visión sólo puede producirse mediante un cambio radical en la propia concepción de la sociedad, elegido y llevado a cabo por los propios pueblos del mundo. [7] Es probable que ese cambio trascendental sea la respuesta a crisis y trastornos mundiales sin precedentes que amenazan la estructura de la vida civilizada y el propio mundo natural. [8]
En contraste con los discursos actuales sobre el orden social y político, el concepto de Baháʼu'lláh enfatiza la importancia del compromiso espiritual, religioso y moral en la sociedad, [9] lo que exige una redefinición completa no sólo de las relaciones humanas, sino también de las estructuras sociales que las sustentan. Esta liberación del potencial humano, en el individuo y en los grupos, sólo es posible cuando el principio organizador primario de la sociedad es la justicia. [10]
La Casa Universal de Justicia , el órgano rector de la Fe Baháʼí, explica que las características distintivas del sistema administrativo Baháʼí proporcionan el núcleo y el modelo de lo que finalmente se convertirá en un nuevo orden para organizar los asuntos de la humanidad previsto por Baháʼu'lláh. [11] Este “plan prodigioso para la solidaridad humana mundial” implica la reconstrucción moral de todas las prácticas humanas, un proceso que implica un doble cambio dentro de la conciencia humana y las estructuras sociales. La Casa Universal de Justicia explica que el “modelo hacia el cual Baháʼu'lláh desea que evolucione la sociedad humana” es el “principio del crecimiento orgánico”, que requiere que “los desarrollos detallados, y la comprensión de los desarrollos detallados, se hagan accesibles sólo con el paso del tiempo”. [12] Haciéndose eco de la visión de 'Abdul-Bahá de la acción política, la Casa Universal de Justicia afirma que el establecimiento de una civilización universal animada por los principios de equidad, cooperación y empatía es, sin duda, una "empresa 'política'", en el sentido más amplio de la ciencia de la gobernanza u organización política, en la que los bahá'ís siguen un camino nunca antes tomado por quienes esperan reformar la sociedad. [13] En contraste con las formas prevalecientes de actividad política partidista, el enfoque se centra en la revitalización de los corazones, las mentes y la conducta, y en ofrecer un modelo de trabajo como evidencia de la viabilidad de la forma de vida propuesta. La Casa Universal de Justicia comenta que cualquier movimiento hacia un "estado bahá'í" o una política depende de principios específicos de participación y consentimiento cruciales para la visión de Bahá'u'lláh, principios que subrayan que un movimiento hacia la formación de un estado bahá'í está enteramente confiado al estado o población que desee dar ese paso. Tal decisión por parte de un estado y sus ciudadanos de "adoptar el La Fe Bahá'í como religión del Estado, y más aún hasta el punto en que un Estado acepte la Ley de Dios como su propia ley y la Casa Nacional de Justicia como su legislatura, debe ser un proceso supremamente voluntario y democrático. [14]
Hasta ahora, la investigación significativa de los textos bahá'ís que sugieren el establecimiento de un gobierno mundial se ha visto obstaculizada por el pensamiento negativo actual asociado con el término. En un escrito de 1931, Shoghi Effendi previó un sistema "infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas", un mundo unificado, no obstante, en todos los elementos fundamentales de su vida, incluidos el comercio y las finanzas, la estructura política y las aspiraciones espirituales. Este sistema permitiría el funcionamiento de una comunidad mundial en la que ya no existieran barreras económicas, la interrelación entre el capital y el trabajo estuviera fuera de toda duda y donde el imperio de la ley internacional acordado por los representantes combinados del mundo tuviera como sanción una intervención inmediata y forzada de "las fuerzas combinadas de las unidades federadas". Shoghi Effendi previó en este sistema una comunidad mundial en la que el nacionalismo volátil y agresivo se habría transformado en una conciencia duradera de la "ciudadanía mundial". [15]
Shoghi Effendi imaginó una serie de etapas intermedias de gobierno global que eventualmente conducirían a una comunidad mundial interdependiente y floreciente, la “Más Grande Paz”, una civilización global inspirada en los avances científicos y los principios espirituales articulados por Baháʼu'lláh. Explicó además que si bien la visión bahá'í no puede asociarse únicamente con ningún modelo previo de gobierno, por ejemplo, la monarquía, la aristocracia o la democracia, no obstante “encarna, reconcilia y asimila dentro de su marco” sus mejores características “sin introducir dentro de su maquinaria ninguna de las características objetables que poseen inherentemente”. Shoghi Effendi confirmó que este “modelo de civilización divina” desafía “la mayoría de las instituciones de la sociedad contemporánea”, al tiempo que rechaza el conflicto incorporado que es una parte intrínseca de las estructuras y procesos actuales, como en el sistema adversarial en el gobierno civil, el principio de defensa que impregna gran parte del derecho civil, la contienda entre diferentes clases y grupos y la presencia inherente de la competencia en gran parte de la vida moderna. [16]
Desde el fallecimiento de 'Abdul-Bahá en 1921, Shoghi Effendi, seguido por la Casa Universal de Justicia, han participado en un modelo de aprendizaje que se basa constantemente en el conocimiento y la experiencia de la comunidad y sus colaboradores, [17] centrado en la noción de que la construcción de una sociedad justa implica unidad de espíritu y visión. [18] En el centro de este proceso está la investigación de las relaciones que unen a los tres protagonistas de la sociedad, el individuo, la comunidad y las instituciones sociales, quienes durante milenios han estado enzarzados en una lucha por el poder basada en la competencia, un concepto que ha sido reemplazado por la creencia de que la colaboración armoniosa tiene más probabilidades de cultivar una civilización concordante con una humanidad madura. [19] Este proceso de aprendizaje se ha ampliado gradualmente para incluir relaciones con organizaciones de derechos humanos y agencias gubernamentales, grupos de acción social comprometidos con el desarrollo social y económico, y la participación en el diálogo público que aborda cuestiones contemporáneas de preocupación. A principios del siglo XXI, esta cultura del aprendizaje, que está al alcance de todas las personas de mentalidad similar, se estaba consolidando a nivel mundial [20], siendo el propósito general la adquisición de habilidades para crear una humanidad unida definida por la justicia, la paz y la prosperidad compartida universalmente [21] . Para sostener y desarrollar esta cultura emergente del aprendizaje, durante la década de 1990 se estableció una red de institutos educativos que permitían la formación de recursos humanos [22] y se organizaban mediante un proceso evolutivo que operaba tanto a nivel local como global. La comunidad baháʼí invita a personas de todas las etnias, clases y credos a participar en este proceso que implica un sistema de acción, reflexión, consulta y estudio con referencia constante no sólo a los escritos de la Fe, sino también a un análisis profundo y objetivo de los patrones que se están desarrollando. La consulta sincera, que Baháʼu'lláh saluda como una lámpara de guía y reconoce como un elemento vital en una sociedad unida, [23] es practicada por la comunidad en su toma de decisiones con el fin de lograr una comprensión unida de la verdad en lugar de ganar una discusión, [24] y consiste en una comunicación constructiva que promueve la comprensión y el bienestar. [25] A través de este programa, se ha desarrollado un enfoque de capacitación en el que círculos cada vez mayores de participantes se han involucrado en esfuerzos cada vez más amplios para aumentar el crecimiento y desarrollo de las comunidades. [26]El examen periódico del proceso incluye la atención sobre el mantenimiento del sistema de aprendizaje, el aumento del número de participantes y la estructuración de una experiencia global en crecimiento. La difusión de estos procesos educativos a un número cada vez mayor de grupos y poblaciones en todo el mundo está atrayendo cada vez más la atención de pensadores y líderes de todo el mundo. [27]
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