El nombre macuquina se conoce en España e Hispanoamérica al tipo de moneda acuñada de forma tosca y manual a golpes de martillo, método muy utilizado desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII. Existen diversas opiniones sobre el origen de la palabra: mientras algunos sostienen que proviene del vocablo árabe “machuch” (‘aprobado’ o ‘sancionado’), [1] otros afirman que proviene de la expresión quechua Makkaikuna –o macay pina–, que haría referencia a su fabricación a golpes de martillo. [2]
La acuñación de monedas de forma manual y a golpes de martillo ha sido utilizada por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Desde el segundo milenio a.C. hasta el siglo XVI d.C. este fue el sistema más utilizado en el mundo para fabricar monedas. Esto no explica directamente por qué existieron monedas de este tipo en América tan tardíamente, dado que tanto los mexicanos como los incas ya trabajaban el oro y la plata de forma bastante artesanal y correcta.
La acuñación de monedas en varios lugares de Europa ya se realizaba mediante la “prensa de volante”, un gran y complejo artefacto inventado en Italia en el siglo XVI donde se grababan y cortaban discos de metal por ambas caras mediante una prensa. Sin embargo, tales máquinas, complejas para su época y fatigosas de transportar, no estuvieron disponibles en América hasta principios del siglo XVIII y por ello, los primeros siglos de la colonización española estuvieron sustentados en la moneda macuquina . La ausencia de maquinaria moderna para acuñar dinero, fabricada fuera de España, y las necesidades del comercio en dichos territorios provocaron la aparición de las macuquinas , también conocidas como “mazorcas”.
La tecnología de troqueles y punzones accionados por agua, capaces de producir monedas redondas de alta calidad, se importó a Segovia, España, desde Alemania en la década de 1580, pero la antigua Casa de la Moneda Real de Segovia siguió fabricando macuquinas . La Casa de la Moneda Real de Potosí fue la última en establecer esta tecnología avanzada, fabricándolas hasta 1772.
Las macuquinas ("Cobs") son las "monedas del tesoro" originales.
La urgente necesidad de monedas en América Latina desde principios del siglo XVI motivó la apertura de Casas de Moneda como la de México, fundada en 1536 por el primer virrey Antonio de Mendoza y Pacheco; la de Lima en 1565 ordenada por el gobernador provisional Lope García de Castro y la Real Casa de Moneda de Potosí, todas antes del año 1600, con el fin de aprovechar la gran producción de plata y oro en tierras americanas para acuñar moneda que era indispensable tanto para pagar tributos a la corona española como para el tráfico comercial de las colonias.
En 1784 (cuando todas las macuquinas tenían más de una década de antigüedad), el rey Carlos III ordenó retirar y acuñar de nuevo las macuquinas de las Indias. La orden tuvo que ser reeditada en 1789, pero no se cumplió por falta de recursos.
Las macuquinas de plata y oro, acuñadas y recortadas a mano entre los siglos XVI y XVIII en las casas de moneda españolas de México, Perú y Colombia (entre otros países), son de una belleza rudimentaria, casi todas con una cruz como elemento central en un lado y un escudo o un conjunto de "pilares y olas" en forma de tres en raya en el otro lado. Las macuquinas de plata se conocen como "reales" y las de oro como "escudos", y dos de 8 reales (unos 27 gramos cada una) equivalen a un escudo. Algunas fueron acuñadas con una fecha y la mayoría muestran una marca de ceca y una inicial o monograma del ensayador, el funcionario de la casa de moneda que era responsable del peso y la pureza. El tamaño y la forma no eran importantes, lo que significa que la mayoría están lejos de ser redondas o de tener un grosor uniforme.
Las macuquinas se utilizaron mucho en transacciones locales en América, aunque su mala calidad generó muchas quejas. Su forma irregular invitaba a que se recortaran, lo que condujo a un número cada vez mayor de monedas por debajo del peso legal. Las monedas recortadas tendían a migrar con una pequeña ganancia en el comercio a ciudades necesitadas de monedas (a menudo aquellas que preparaban una flota para zarpar) donde el dinero en efectivo se aceptaba a su valor nominal o cerca de él.
En general, eran aceptadas como moneda válida en todo el mundo y eran las mismas monedas a las que los piratas llamaban "piezas de a ocho" (8 reales) y "doblones" (cualquier moneda de oro, pero originalmente de 2 escudos). Su diseño e historia las han convertido en una opción muy popular para la joyería. [3]