Vǫlsa þáttr es un relato breve que solo se conserva en el códice Flateyjarbók , donde se encuentra en un capítulo de Óláfs saga helga . Es probable que sea del siglo XIV, pero tiene lugar en 1029, cuando Escandinavia todavía era en gran parte pagana, y parece preservar las tradiciones de un culto pagano al falo, el vǫlsi .
Se cuenta que un anciano y una anciana vivían con su enérgico hijo, su inteligente hija y varios siervos en un promontorio lejos de otras personas.
Después de que un esclavo descuartizara a un caballo y estuviera a punto de tirar el pene del caballo , el muchacho pasó corriendo, lo tomó y fue al lugar donde estaban sentadas su madre, su hermana y la esclava. Allí bromeó con la esclava, diciéndole que el órgano no se oiría entre sus piernas, a lo que la esclava se rió. La hija le pidió a su hermano que tirara el repugnante objeto, pero su anciana madre se levantó y dijo que era una cosa útil que no debía tirarse. Lo envolvió en un paño de lino junto con cebollas y hierbas para conservarlo y lo puso en su cofre.
Todas las tardes de otoño, lo sacaba del cofre y le rezaba como a su dios, con la participación del resto de la familia. Recitaba un verso sobre él, se lo entregaba a su marido, que hacía lo mismo, y así sucesivamente hasta que todos habían participado.
Un día, cuando el rey Olaf II de Noruega huía del rey Canuto el Grande , pasó por su promontorio. Había oído hablar de su culto y quería convertirlos a la fe cristiana. Fue a su morada y solo trajo consigo a Finnr Árnason y Þormóðr Kolbrúnarskáld, y todos llevaban capas grises para ocultar sus identidades.
Entraron en la casa y, cuando ya estaba oscuro, se encontraron con la hija, que les preguntó quiénes eran. Todos respondieron que se llamaban Grímr (encapuchado). La muchacha no se dejó engañar y dijo que reconocía al rey Olaf, quien le pidió que no dijera nada al respecto.
Luego se reunieron con el resto de la familia y fueron invitados a cenar. La anciana llegó la última y llevó el vǫlsi (el pene). Lo puso en el regazo de su marido y recitó un poema diciendo: "Que la giganta ( Mǫrnir ) acepte este objeto sagrado". El marido lo aceptó y recitó un poema que incluía la misma frase, y así continuó hasta que todos los presentes, excepto el rey, habían recitado un poema con esa frase.
Cuando llegó el turno del rey, éste se presentó y predicó sobre el cristianismo, pero la anciana se mostró muy escéptica, mientras que su marido se mostró muy interesado. Finalmente, todos aceptaron ser bautizados por el capellán del rey y siguieron siendo cristianos para siempre.