Nicomède es una tragedia del dramaturgo francés Pierre Corneille , estrenada en 1651.
La obra se basa en una sección de doce líneas [1] dentro de una obra más extensa del historiador antiguo Justino sobre las políticas de Roma con respecto a sus aliados, en particular los príncipes de Oriente. Corneille, atrapado como estaba en la Fronda , que entonces estaba en su apogeo, se inspiró para escribir una obra cuya premisa básica es un choque entre ideales aristocráticos y políticos: un choque entre héroe y estado.
La tragedia retrata a dos hermanos, Nicodede y Atale, ambos hijos del mismo padre: Prusias, rey de Bitinia. Atale, hijo de Prusias con su segunda esposa Arsinoé, se ha criado en Roma, de donde ha regresado recientemente. Nicodede, por el contrario, odia Roma, habiéndose inspirado en el ejemplo de Aníbal : leal, valiente y orgulloso, comanda el ejército de Prusias. [2] La ambiciosa Arsinoé, que tiene influencia en la corte, dominando a su marido, detesta a Nicodede y busca poner a su joven hijo en el trono en lugar de su hermano mayor. En un giro adicional, Laodice, la joven reina de Armenia que ha sido puesta bajo la tutela de Prusias por su padre, es amada por ambos hermanos, aunque su preferencia es por Nicodede.
Sinopsis: El pueblo se rebela y proclama a Nicodede como su rey, víctima de las maquinaciones de Arsinoé, que lo destituye cuando llega a la corte y lo pone bajo custodia romana (en la persona del embajador romano Flaminio). Sin embargo, un extraño lo libera. Prusias y Flaminio optan por huir y Arsinoé se encuentra sin apoyo cuando el príncipe y héroe Nicode regresa. Prusias y Flaminio, en una situación desesperada, deciden regresar para morir con ella, pero Nicode decide perdonarlos a los tres.
El misterioso hombre que liberó a Nicodede resulta ser nada menos que Atale, y es él quien desenreda la red de intrigas. A pesar de ello, todos los elogios recaen sobre Nicodede. Vuelve al trono, asumiendo poco a poco las riendas del poder frente a la oposición de Prusias, que las abandona a pesar suyo, pues antes había querido enviar a Nicodede como rehén a Roma. [2] Cierra la obra con una respuesta que no está lejos de la comedia, que tiene el efecto de convertirlo en un rey carente de credibilidad. El camino queda entonces abierto para Nicodede, que obtiene el poder y el amor de Laodice gracias a su generosidad de espíritu. Calma la sublevación popular que clamaba por él como rey, aceptando vivir en alianza amistosa con Roma si el imperio se abstiene de reducir el reino a la servidumbre. [2] Aunque la armonía familiar se restablece al final de la obra, su autenticidad parece estar muy en duda.
Debido a este final aparentemente feliz, a veces Nicomède no se considera una auténtica tragedia. Los críticos literarios Gustave Lanson y Paul Tuffrau observan que la ternura y la pasión no están presentes en absoluto en la obra, un drama en el que reina la idea del coraje como un ideal noble. [1]