El Castell del Patriarca ( castellano : Castillo del Patriarca) fue un castillo que se encontraba en la ciudad de Tarragona ( España ). Situado desde la calle Mercería abarcaba gran parte de las calles de Cocas, de San Lorenzo y de la Nueva Bajada del Patriarca. Su construcción fue iniciada en el siglo XII por el arzobispo Bernat Tort, que levantó la altura del segundo piso, y fue concluida por el arzobispo Bernat de Olivella en el siglo XIII. El resultado fue una fortaleza señorial en la que vivieron todos los prelados de la sede tarraconense hasta principios del siglo XIX, cuando el arzobispo Romuald Mon se trasladó al nuevo palacio durante su prelatura.
Aquí estuvo prisionero el rey francés Francisco I en el siglo XVI.
Posteriormente, durante el periodo de la Guerra de la Independencia , y debido al gran aumento de tropas, el Castillo del Patriarca (y también el Castillo de Pilat) fue destinado a servir de alojamiento a las tropas francesas napoleónicas . Posiblemente fue la circunstancia la que motivó que fuera dinamitado el 19 de agosto de 1813 para evacuar la ciudad a los franceses. Cuentan los historiadores que el general francés Bartoletti puso tanto interés en desaparecerlo que, en palabras del canónigo Huyà, las detonaciones de las minas hicieron tanto estrépito "que hasta el pavimento donde estábamos hizo temblar; vimos las llamas del fuego y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que aquel robusto monumento había dejado de existir".
Del castillo sólo quedó un montón de escombros, del que se tiene constancia en el dibujo de Vicens Roig. El edificio se terminó de derribar totalmente en 1825, cuando el solar se destinó a la construcción de viviendas particulares.
El Castell del Patriarca contaba con varias torres distribuidas en diferentes rincones del edificio. Fue en una de estas torres donde permaneció durante unos días el rey francés Francisco I , cuando fue hecho prisionero por los Tercios españoles en la famosa batalla de Pavía el 24 de febrero de 1525. La escuadra que trasladaba al rey a Valencia por mar se vio obligada a refugiarse en el puerto de Tarragona debido a las grandes inclemencias del tiempo hasta que, al llegar la calma, pudieron continuar su viaje.
A este respecto de la presencia del rey francés el cronista Blanch cuenta, entre otras cosas, un suceso que estuvo a punto de provocar un conflicto. Al tercer día de la llegada del rey -era domingo-, fue trasladado a la catedral para oír misa, y como la misa mayor había terminado el arzobispo Pedro Cardona ordenó que la oficiara otro. Al final, quizá porque no vieron demasiada seguridad donde se encontraba, lo trasladaron a otra torre del castillo. Al caer la noche los soldados que lo custodiaban, descontentos porque les debía tres pagas, pidieron que se las cobrara al virrey que les mandaba, y lo hicieron con tanta violencia que prendieron fuego y quemaron las puertas. Éste prometió pagarles al día siguiente y los soldados aceptaron a pesar de recibir sólo una parte del dinero. Es más, se sospechó que esta especie de revuelta la organizaron algunos partidarios del rey francés con el fin de liberarlo. El martes siguiente, entre las cinco y las seis de la tarde, el rey volvió a la catedral para oír misa rezada por un sacerdote francés y, una vez terminada la ceremonia, fue conducido al puerto para embarcar. [1]